¿Qué Son Realmente las Emociones? Una Mirada Desde la Neurociencia Actual

Las emociones son tan cotidianas como misteriosas. Las sentimos a diario, influyen en nuestras decisiones, relaciones y bienestar, pero… ¿sabemos realmente qué son? La neurociencia ha recorrido un largo camino intentando descifrar este enigma humano, y los hallazgos recientes nos invitan a replantear muchas creencias que dábamos por sentadas.

EMOCIONES

Juan Manuel

1/19/20252 min read

Las emociones son tan frecuentes como enigmáticas. Nos atraviesan a diario, influyen en nuestras decisiones, afectan nuestras relaciones y moldean nuestro bienestar. Pero aunque convivimos con ellas constantemente, ¿sabemos realmente qué son? La neurociencia lleva décadas intentando responder esta pregunta, y los hallazgos más recientes nos invitan a repensar mucho de lo que creíamos saber.

Durante años se asumió que las emociones eran universales, automáticas y determinadas biológicamente. Charles Darwin y Paul Ekman, entre otros, defendieron la existencia de emociones básicas como el miedo, la alegría o la ira, presentes en todas las culturas y expresadas a través de gestos faciales comunes. Sin embargo, la ciencia actual ha empezado a desafiar esta visión reduccionista.

Hoy se reconocen tres grandes formas de entender las emociones:

  • Las teorías clásicas, que se enfocan en su raíz biológica y evolutiva.

  • Las teorías cognitivas, que destacan el rol de la interpretación y la evaluación del entorno.

  • Las teorías constructivistas, que sostienen que las emociones no se descubren, sino que se construyen a partir de experiencias individuales y contextos culturales.

En este marco, investigaciones recientes afirman que muchas emociones no son reacciones automáticas, sino creaciones del cerebro en tiempo real. El entorno, la cultura, el lenguaje y nuestra historia personal influyen directamente en cómo sentimos y en cómo interpretamos lo que sentimos. Por eso, una misma sensación corporal —palpitaciones, sudor, tensión— puede convertirse en miedo, ansiedad o entusiasmo, según el contexto y nuestras vivencias previas.

El cerebro no espera a que algo ocurra para reaccionar. Por el contrario, predice constantemente lo que necesitamos sentir para adaptarnos al entorno. A este proceso se le llama alostasis, y es esencial para la regulación emocional. De este modo, el cuerpo, la mente y la cultura trabajan juntos en una danza continua que da origen a nuestras emociones.

Incluso aquellas que parecen puramente instintivas, como la culpa o los celos, están profundamente moldeadas por la cultura. Estas emociones complejas, también llamadas secundarias, se desarrollan a lo largo de la vida mediante la interacción social, el aprendizaje y el lenguaje. No nacemos con ellas: las aprendemos y las modelamos.

¿Por qué importa entender todo esto?

Porque saber que las emociones no nos controlan, sino que las construimos, nos empodera. Nos permite desaprender reacciones automáticas, resignificar experiencias dolorosas, y cultivar respuestas más conscientes, compasivas y alineadas con nuestros valores. Las emociones no son una condena: son una herramienta. Y como toda herramienta, podemos aprender a usarlas a nuestro favor.

La neurociencia de las emociones ha evolucionado desde concebirlas como impulsos animales hasta comprenderlas como construcciones humanas complejas. Esta comprensión transforma nuestra relación con lo que sentimos. Nos invita a explorar nuestro mundo emocional con curiosidad, con autoconocimiento y con la certeza de que, incluso detrás de las emociones más incómodas, siempre hay una oportunidad de crecimiento.